Copula en diferentes cuartos, buscona del Universo elige a
sus amantes de entre los aguerridos de los cielos; cada uno, acorde con esa
tenue luz que la ilumina, complementa sus ansias de mujer lasciva. El cuarto
donde enloquece, donde desborda de lujuria, es novilunio; allí, vestida de
negro, de plata y celo, aromada de sombras, rodeada de humedades y de espejos,
mira y exulta a los que arden y sueñan. Concibe y contagia concepciones.
Fertilizada, le crece la cintura hasta que le eclosiona en miles de serpientes de fuego, traza sueños alados
con su lengua y con ella también amarra los demonios y los larga cuando ya se
le acaba ese cuarto. De coros callados es la danza sutil de su vientre donde
pareciera que dormitan por edades los mares, la sangre, la savia y el llanto.
Nueva la llaman pero eterna, como ese antes de gestarse el primer sueño de lo
que sería la Luna.
Ana Lucía Montoya Rendón
febrero 7, 2016
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