1.
Afligidos y laxos mis anhelos,
en la retina distendido, ausente,
uno, terco, cebado está presente,
escapado del alma en los desvelos.
Intrépido en sus alocados vuelos,
en mi ser hurga ensañado, inclemente;
arranca de mi boca, prepotente,
la voz siempre quejosa de mis duelos.
Yo, vencida y vecina del ocaso,
a los confines, la secreta alianza
la lanzo sobre mis ideas grises.
Mi mirada, tan triste y sin matices,
cargada de pobreza y desconfianza,
ilusa, sin su amor no sale al paso.
2.
Pero si el amor desde campo llano
su corazón lanzara hasta mi pecho,
afortunado él, hallaría lecho
y yacer sería divino, no humano.
Por eso que de ardores yo me afano,
los afectos voy buscando al acecho,
depredador instinto, mi derecho
y adormecido en mí hay secreto arcano.
Grita, ¡ya es hora! di, ¡el hoy siempre ha sido!
di que no en balde el campo he humectado
que con la sal he puesto nota alegre;
que la soledad no existe y no hay fiebre,
que es adorable el cáliz escanciado
y, Luzbel, pecador arrepentido.
Ana Lucía Montoya Rendón
(De hace tiempo)
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