VUELOS CORTOS A CORTO PLAZO
Hace pocos días hablaba con una prima del
“ascetato” que ejerzo (sí de asceta, pues así como se dice decanato, califato,
etc., se puede hablar del “ascetato”). Soy una asceta o monja de clausura, nada
más en compañía de su ordenador, computador(a) o pc (como le llamen en los
diferentes lugares), que observa el cielo y los cambios de la luna, que admira
la disciplina de los gavilanes para tomar sus alimentos y, entre muchas otras
cosas más, disfruta con el coraje y empeño de una pareja de mirlos que a las
ocho de la noche (en esta época del año, a esa hora, aún está muy claro el
día), cuidan que un gato de los tantos del vecindario, no meriende
apetitosamente con sus indefensos pichones. Mi “ascetato” me exprime, excita y
exulta, me encoje; me pone contra el muro, me dibuja y desdibuja, diluye mi
lengua y cose con puntadas corticas mis labios, uno contra el otro. Sin
embargo, nada de esto me atormenta porque lo he aceptado voluntariamente, lo
que realmente me ocupa y preocupa es la sequía evidente que estoy sufriendo,
sino, vean, lean, objeten, la evidencia siguiente:
MUDA Y LOCA
Ese infinito imperfecto en el que siempre
estamos, que aúlla dentro y fuera de nosotros, ese infinito silencio que habita
los atajos de la voz, que trepa muros para ir al patio de otras voces y se
duele por el mutismo y luto de las palomas; ese infinito se multiplica a través
del tiempo, buscando espacios libres donde sembrar nuevas vocales y consonantes
más sonantes… ese infinito nos ahoga y ataja para que de nuestro ser no se
pueda hilar alguna nota. Mejor dicho... no siga leyendo porque ese infinito lo
escondió dentro de usted para poder decir que aquí no hubo, ni hay ni habrá
sentido, menos armonía o ritmo, que la que habla, nada más es una loca.
¿Vio? ¿leyó? Objete pues.
Ana Lucía Montoya Rendón
abril 18, 2016
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