Caigan los muros y se borren las fronteras,
se destiña la piel y se cierren los códigos. No haya dedo índice que indique cómo
han de ser las leyendas del beso sobre cadenas montañosas de carne y humedales.
Llene la fantasía a la nada y al vacío de poemas que carguen en sus espaldas noches
de vida y muerte; haya versos y lechos que disimulen ojeras sobre sábanas de
silencios y soledades de cuerpos desnudos ante el ojo puritano. Haya poemas
que, para ser lira, no necesiten ser mostrados en púlpitos ni bendecidos por
pontífices y, aun sin traducir, sean comprendidos en mil idiomas. Poemas así
son hechos con la carne y la sangre de los dioses.
Ana Lucía Montoya Rendón
feb 25, 2016
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