Un gato asoma el rabo por el borde del
tejado, la luna empuja hacia abajo esa silueta a través del velo de las
cortinas de sus cuartos, suavemente lo deja rodar como bola de algodón por
entre esos pliegues tal como ruedan los sueños de amor y desvelo sobre los
vientres de las muchachas de quince años. Mientras, una gata detrás de las
sombras araña los muros, abre cerrojos, arquea su lomo, revienta las trampas
manidas, salva el ratón y se atraganta de queso. Unas manchas de sangre en sus
puños le indican que ha liquidado esa sombra.
Ana Lucía Montoya Rendón
abril 8, 2016
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