“Inició un grito enloquecido, movió la cara, la cuádruple descarga lo
derribó.”
El milagro secreto.
JORGE LUIS BORGES.
HOY ES AYER O ES HOY
Acaban de fusilarlo. Ha caído doblado sobre
algo que se mueve, la boca contra el suelo, de la cual no terminan de brotar
palabras e hilos de sangre, cada uno por su lado; las palabras como burbujas,
flotan por encima de su cuerpo y, la sangre, sin querer coagularse, forma un
charco sobre el que rielan los estremecimientos de un aire que pareciera
saliera de sus fosas nasales. Fluyen y fluyen su voz y su sangre. Diatriba
viva, palpitante y muda. Los allí presentes están alerta y asustados. Qué raro
que los fusiles ya estén fríos y no paren de humear. El muro quedó agujereado
pero limpio a pesar que la distancia del cuerpo no era de más de ochenta
centímetros. El pelotón de fusilamiento siente que esa sangre y esas palabras
les anudan el cuello. Les tiemblan las piernas, quieren echarse a correr pero
están fundidos con el piso y más fríos que sus fusiles. De ellos uno solo tenía
balas de verdad en su arma, los demás tenían de salva y ninguno las había
cargado, se la habían entregado listas. A ése lo no lo ha tocado el miedo pero
no sabe que no tiene miedo y, menos, que su disparo fue el efectivo.
Es una galería grande, de muchos
pabellones. Hace ya mucho tiempo fue
utilizada como cárcel. Está cansado. La jornada ha sido larga. Cierra los ojos,
los restriega con sus puños. Algo no concuerda. El rostro del fusilado es
idéntico al suyo, el nombre y la rúbrica del autor del cuadro, son los
suyos. Hoy es tres de mayo de 2050 pero…
hay un pero mayúsculo, esa obra fue terminada en 1814. En su rostro siente la
mano fría de aquel que, en medio de la escena, se cubrió la cara para no ver el
fusilamiento.
¡Qué fastidio! Al fin qué, ¿hoy es ayer o
ayer es hoy?
Ana Lucía Montoya Rendón
mayo 1º., 2016
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