No caen las sombras desde el cielo ni
emergen del abismo. Contra luz se puede observar que, como siameses, brotan de
los cuerpos de los seres y desde allí crecen o se achican. Cuando llega la
noche, ellas y sus “en-carnales” duermen, cada uno en mundos diferentes: las
sombras en el mundo de las sombras, los demás seres en el mundo del ensueño.
Ambos mundos tan supuestamente reales, tan idénticos y difusos. En su propio
mundo las sombras sueñan que tienen sombra, en el del ensueño lo seres creen
que ese es su estado de vigilia. Cuando las sombras y los seres se observan
cara a cara, olvidan su identidad. La memoria y el olvido de unas y otros
desaparecen, el muro se vuelve carne “y habita entre nosotros”.
Ana Lucía Montoya Rendón
mayo 15, 2016
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