Cada día amanecen desnudas y sin nombre,
con jirones de niebla cubren sus partes nobles y acepciones, escudo contra los
maestros de la Ley su cabeza gacha; de reojo detallan que los muros de su celda
están conformado por dos líneas cruzadas, una, del horizonte, la otra,
vertical, sombra de la espada de Damocles. Desde siempre abrazadas a esa cruz,
prometieron guardar riguroso silencio.
Ana Lucía Montoya Rendón
mayo 12, 2016
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