La angustia en sí misma es juego raro, laberinto con asiento
en la boca del estómago, ente de paso cansino sin huella, sin peso ni aliento,
de errancia fija aunque crea que vaga por mil caminos; tiene amargura de hiel y
de agua salda, es presa rota inundando poros y anhelos, velo de lluvia
torrencial ocultando soles, hoz sobre la nuca del deseo y el recuerdo. ¡Qué
ahogo leer el día a día en un mamotreto laberíntico como ése! Sin adentro ni
afuera, sin forma de cosa, sin muros donde cobijar sombras; sin amaneceres ni
medios días, sin ocasos ni noches, sin existencia de horizontes ni brújulas,
sin rutas ni mares, sin barcas ni baqueros. La angustia es un sueño lejano de
agua y carne, de niños y gritos, imagen de copa llena de sed; miles de muelles
sin postes ni amarras, un largarse sin rumbo a tierras de ninguna parte. La
angustia es el sentimiento de ser uno mismo el enjaulado y la jaula.
Ana Lucía Montoya Rendón
oct 26, 2015
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