Cuando alguien está creando, concentrado de
verdad e íntimamente unido de corazón, mente y alma, fundido y refundido en su
propio espíritu, no sabe qué rumbo toma su creación, tampoco sabe nada del
exterior, no más sabe que él mismo es “esos todos” que viven en ese reino
recién y por siempre aparecido entre él y su papel, entre él y su lienzo, entre
él y la roca, entre él y el pentagrama y se emociona hasta llegar al punto de
profuso llanto.
Ana Lucía Montoya Rendón
oct 5, 2015
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