“…los espejos no nos conocían…”
Alexis O El Tratado
Del Inútil Combate
Marguerite Yourcenar.-
EL PELIGRO DE MIRARSE
EN LOS ESPEJOS
Cada espejo adquiere
múltiples identidades según el sitio donde se encuentre. Imaginemos el
comportamiento de un espejo de un ser solitario, alguien que jamás haya
invitado o recibido visitas, que tiene un gran espejo en el recibidor de su
casa, otro en la alcoba, otro en el baño, sin contar las vidrieras que hay por
todas partes de su vivienda… Cómo son los entes que lo habitan, qué
personalidades tienen, qué le devuelven al dueño de la casa cada vez que se
mira en ellos; además, cada vez frente a ellos, ¿suma más de sí a esas lunas?
No podríamos saber si por cada vez que reproduce su rostro un ser nuevo es
agregado a ese archivo cristalizado. Qué decir de un espejo de, por ejemplo, un
baño público, en una estación del metro, un hospital, un teatro, un estadio de
fútbol; imaginemos todos los sitios populosos, pensemos qué ocurre cuando
alguien se mira en esos espejos y de paso mira a través de ellos al vecino;
cómo será la mirada y la angustia de esa multitud hacinada y cautiva dentro de
ese cristal sabiendo que cada vez llegarán más y más que jamás podrán salir y
que muchos entran más de una vez, porque, si cada mirada agrega un ente,
entonces cada persona se repite tantas veces como las que en ellos se ha
mirado… Uno podría decir que son los ojos de todos y sus diferentes miradas las
que les insuflan más y más identidades a esos cristales. ¿Qué ocurre allá,
dentro de los espejos, cómo conviven todos los que llegan a habitarlo,
reproducirán muchos o todos los caracteres de los que en él se miraron? ¿Se
agruparán por afinidades? ¿Qué ocurre cuando un espejo está frente a otro? ¿Se
vacían recíprocamente lo que contienen o solo será uno que, a su antojo copie o
beba el contenido del otro? ¿Usarán espejos los que dentro de ellos habitan y,
esos espejos absorberán también a todos los que se miren en sus lunas? Debe
haber algún punto del espacio, un “agujero de gusano” por el que uno pueda ir a
mirar qué ocurre dentro de esas lunas, pero también debe haber el riesgo de
tropezar y caer dentro de ellas y desaparecer a los ojos de la gente y quedar,
contra la propia voluntad, haciendo parte de esos mundos.
Ana Lucía Montoya Rendón
Agosto 13, 2015
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