Y aquella Oveja dijo a
sus hermanas:
Queridísimas mías, hoy
no río porque el garabato que tenía de boca se me desprendió, ni recuerdo de él
ha quedado, si apareciera, si alguien lo encontrara y me lo devolviera, no
sabría en qué parte del rostro ponerlo. Ahora ya sin un solo gesto de alegría
en mi cara, solo me resta pensar en las ronchas que tenemos debajo del montón
de lana que como vestido nos puso El Pastor, pues estaba tan avergonzado de ver
la cándida desnudez que usábamos…
Ana Lucía Montoya Rendón
Julio 1º, 2015
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Bienvenida aquí, tu huella.