Dos. Luna y envés. Luminosa
boca abierta hacia universos desconocidos, la primera. La otra, tan opaca,
aunque también boca abierta a través de la cual podrá ser viable el esplendor fulgurante
de aquella luna; ambas, sendas seguras y esquivas hacia el equilibrio. Nunca se
sabe por cuál de las dos se entra o se sale. Casi nunca el que entra sabe que
entró ni el que sale se da cuenta que se ha ido de ese mundo. Mientras te
mastica su cristal, parpadean tú y él. Te deglutes en sus pupilas y dejas en él
tus huellas. Te agregas en él miles de veces, tantas como las que en él te
miras. Eres parte de su alma, eres miles de los miles en su prisma. Él y tú son
multitud uno dentro del otro.
Ana Lucía Montoya Rendón
Julio 11, 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Bienvenida aquí, tu huella.