Ese quehacer de la Vida
que vela por todos los seres, ecuánime, sin mimar más a unos que a otros. En su
seno están todos los reinos de todos los mundos, sean manifestados o
inmanifestados. Aunque una criatura nazca prematura, tiene un porcentaje alto
de viabilidad. La Madre agarra de mil amorosas maneras a sus hijos y, ellos,
aunque los ponga cabeza abajo, no se confunden ni se ahogan porque saben que la
Luz está siempre en todas partes con su Madre, su Pacha. Ella no reconoce
primer mundo ni segundo, ni otros; en ese sentido no acepta jerarquías porque
el Mundo de Ella es el de todos, es para todos. En el mundo manifestado, los latifundistas
nos han infundido el cuento de las diferencias de los mundos y de las razas, de
hecho han metido tanto la mano en nuestro diario vivir para que jamás nazcan en
nosotros sentimientos de igualdad y libertad, tampoco han querido dejarnos el
uso libre de los recursos naturales, además nos han hecho creer que somos sus semovientes
con rangos de primera, de segunda, hasta de enésima categoría en escala hacia
abajo. Pero somos nosotros los que debemos mirarnos en el verdadero entramado
de la existencia manifestada, debemos vernos dibujados como afines en ese
divino vientre abultado de la Pachamama, sin embargo, la gran mayoría de
nosotros por descuido o mansedumbre, no nos criamos en el reconociendo natural
de ese derecho, porque, repito, nadamos el Olvido y nos ahogamos sin darnos cuenta
que jamás nuestro rango real admitiría la servidumbre.
Muchos no entendemos nada de esto, porque hemos olvidado cuál es el canal del nacimiento.
Ana Lucía Montoya Rendón
Agosto 1º, 2015
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