¿Será lo mismo un
laberinto que la voz? O será que la palabra se hace coqueta y oscura para que
le levanten morbosamente el velo que la cubre y le metan la mano los que desde
antiguo conocen bien su vientre, o quizá sea que, preñada, desee partos
múltiples a través de sus mil bocas; mil partos simultáneos desgarrarán el
fundamento de su vida, sin embargo acepta que su dolor sonríe cuando oye a uno
de sus hijos o nomás presiente un pequeño borde de su filial aliento. Gime y llora
de dicha, gime y llora en tonos de fuego y agua que danzan el uno sobre el otro
y dibuja, con solo la mirada, un mañana blanco, ése, el amanecer de cada uno de
sus cantos nuevos. Mas su lecho es denso y negro porque es lecho de guerrera,
de tirana, de hembra grande y longeva. Sobre su lecho negro es luna y tiempo, es
aquella esquina discreta del espacio, es penumbra donde se vanagloria de todos
sus amantes. En su lecho negro es espejo hambriento por donde entran y salen sus
voces y silencios.
Ana Lucía Montoya Rendón
Agosto 2, 2015
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