Ni el camino ni el caminante conocen la
siguiente huella, ni los ríos ni sus lechos conocen la identidad de cada gota
de agua, ni el fuego puede hilar fuego dentro de lo profundo de su flama, ni el
sonido destrenzar habitantes en sus vibraciones o silencios, ni los pájaros
saben de sus trinos ni del colorido de su plumaje —bendita inocencia original—. Así, nosotros,
desconocemos qué hay detrás o delante de la sombras, tampoco sabemos del
alcance de nuestro eco, ni hacia dónde va, ni contra qué rebota o qué honduras
penetra. Ignaros somos del Universo y sus seres. Los inocentes nada saben, solo
son en sí mismos…. ¡tan felices!
Ana Lucía Montoya Rendón
Abril 4, 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Bienvenida aquí, tu huella.