Desde todos los puntos de la rosa de los
vientos nos llegan mentiras repetidas que, acunadas mansamente en nuestras
mentes y en nuestros pechos, las hemos convertido en dogmas, en verdades
absolutas. Al son que nos tocan bailamos e imaginamos que las demás personas
son ovejas mansas como nosotros y que aquellos que dirigen el circo, son
infalibles. ¡Qué mansos! ¡Mansos!
Tenemos dos manos, la diestra y la zurda, ¿cuál de ellas es más importante? ¿Por
qué tomar partido por una u otra? Y el discernimiento destrozado, cortado en
pedazos, guardado en las tantas gavetas etiquetadas que creemos somos nosotros.
Mansos, tristemente mansos. El centro y los bordes de la Esfera Infinita son el
mismo Ser Compacto, y nosotros Uno con, y en Ella. ¿Por qué aceptamos y dejamos
que desde cualquier mundo o cielo inventados nos llamen por un número o
etiqueta como si fuéramos presidiarios? ¿Realmente los somos? Ésa, la lectura
subrayada en el diario vivir que la mayoría no queremos ver porque nos incomoda,
y nos incomoda porque nos compromete con la Verdad. Repetimos dichosos que tenemos
jefes o líderes de manada y ondeamos sus pendones y humildes, con la diestra en
el corazón, con los ojitos cerrados, nos inspiramos en cantarles loas que nos conmueven
tanto hasta producirnos torrentes de llanto y violentos estertores, al punto de
hacernos pensar que debemos ofrendarles a esos jefes, nuestras vidas. Nadie
merece una gota de sangre nuestra. Nuestra sangre es energía, es parte de la
Energía del Mundo, la energía no se ofrenda, se acumula para poder cocer a fuego
lento a la Vida, al Amor, la Tolerancia, la Ternura, la Paz, etc. La sangre
derramada sin una justificación sagrada es energía malograda. La sangre la
donamos a través de la concepción, luego, durante la gestación, las hembras la
compartimos con el fruto de la unión de nuestros gametos con los de los machos,
hasta que ese ser se acomoda en un envase nuevo, ese frágil feto, completo y
perfecto cuerpo, el cuerpo pequeñito de nuestros hijos. La sangre derramada en
el parto es abono y dicha, no es sacrificio. La sangre no se dona por capricho
sino por amor. No vale la pena seguir a nadie ni enlistarse en ningún bando si aún
no hemos rendido los mínimos honores a nuestro sagrado linaje y, de seguro, si
lo hiciéramos, jamás formaríamos parte de ningún grupo, solo compartiríamos con
todos los seres el día a día, sin contratos, libres, realmente libres y
contentos. Recordemos, somos Uno, centro y bordes de Aquella Esfera Infinita
que es el Todo.
Una reflexión final, si la sangre y el Sol
son de la misma y única Energía (“la energía no se pierde, se transforma”), ¿será
que el Verdadero Sol es Rojo tanto como la sangre? ¿Será que la energía del sol
en su viaje a través del Espacio Infinito para llegar hasta nosotros va
cambiando de vestidos? En fin, lo importante es que por linaje somos libres,
sin ataduras, sin etiquetas, sin grilletes. “¡Libres como el viento!”, como
decía aquella bellísima canción.
Ana Lucía Montoya Rendón
Agosto 30, 2015
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