¿Qué pienso?
Y seguía la Oveja hablando con sus
hermanas…
Carísimas hermanas, pongan mucha atención a
lo que les voy a decir:
El Pastor está cansado y sus jerarcas
inmediatos también. Según su mandato, pregonado hace miles de años, nos
reprodujimos porque reverentemente nos dijeron,
“creced y multiplicaos”. En aquel tiempo era benditísimo yacer y yacer,
parir y parir, aunque la cópula se realizase con la madre, la hija, la hermana,
la tía, la abuela y todas las hembras del rebaño. Él Pastor solo quería tal
superpoblación de ovejas cuyas heces abonaran abundantemente la tierra. Aupaba
por nuestra reproducción porque necesitaba
ejércitos de servidores que entraran a las minas, labraran la tierra,
tejieran vestidos para él, los suyos y nosotras (nos hizo pensar que desnudas
nos veíamos muy feas y nos puso este agobiante vestido de lana… si al menos
hubiese sido de algo parecido al fino lino de que estaba hecho el suyo). Nos ha
mantenido arrodilladas, jamás hemos sido la tan cacareada “oveja erectus”, solo
somos tan singulares como la Dolly; repito, nos arrodilló diciendo que había
que ganarse el pan con el sudor de la frente y el resto del cuerpo, y nos
infundió el sentimiento de “nada se consigue gratis…”. Mas ¿qué ocurría
mientras seguíamos tras la dulzura de su flauta? Averigüémoslo. Algunas de
nosotras con olfato parecido al de los perros, tímidamente y desde los inicios
de los tiempos, barruntamos que algo andaba mal pero callamos, al punto que la
soga donde nos colgaron el cencerro (cada una siempre fue controlada a través
del tintineo de ese cascabel) se encarnó, convirtiéndonos en más mansas. Ese
largo pastoreo nos volvió crédulas hasta los tuétanos. Creímos el cuento rosa
de que hay premios intangibles de gozo a futuro. Nos dijeron que el pago por
nuestra obediencia estaba representado en extensiones infinitas de cielo, sin
embargo eso nos ha hecho sentir oleadas de mucha vergüenza por ofender a la
humildad con nuestro orgullo, ¡ah! es que eso de ser tan ricas no es bueno…
pues otra frase que nos tatuaron, palabras más palabras menos, la que dice “de
mansos es el Reino” y nos remataron con otra: “es más fácil que un camello entre
por el hueco de una aguja que un rico en el cielo”. Pero, qué se le iba a hacer
si durante tantos milenios veníamos siendo tan elegidas y más que eso, por
filiación (parientes de El Pastor), co-terratenientes del cielo. Sin embargo el
gozo de ser acreedoras de tanto bien nos lo hacían tambalear a través del miedo
de perderlo si no hacíamos caso de sus letanías (tarde nos hemos dado cuenta
que una mentira repetida en la consciencia de la manada inducida, se convierte
en verdad), dijeron nos quemarían vivas durante una dosis macabra de tiempo
nada fácil de concebir con nuestras pobres entendederas: nosotras, tan tiernas
e indefensas, si rebeldes, seríamos fritas durante la Eternidad. ¿Y para qué
fue miedo? Así es como hemos agachado la
testa hasta hoy.
Hermanas, El Pastor no nos quiere más.
Somos estorbo para él. Quiere parar la proliferación de ovejas. Ensaya muchos
métodos anticonceptivos. Estratégicamente calcula en cuánto tiempo
desaparecemos. Quiere la faz de la Tierra solo para él y para sus escogidos.
Amadísimas hermanas,
¿Podrían hacer el esfuerzo de intuir cuál
es el plan que El Pastor tiene en marcha para que no haya más descendencia
nuestra ni de otras especies que le estorban? Miren bien qué mandatos nuevos
hay en cada potrero, en cada parcela donde nos mantienen como redil. Cuando
tengan algunas respuestas nos reuniremos para cotejarlas.
Ana Lucía Montoya Rendón
Junio 20, 2015
.